16 enero 2007

¿ESTAR EN BABIA?. OTRA LEYENDA

Otra de las leyendas que explican el origen de esta acepción "estar en Babia" como simil a un estado de ausencia mental, o vulgarmente dicho, distraído, está relacionada con los pastores de esta zona, protagonistas del camino de la Mesta y la trashumancia medieval.
Aquellos pastores babianos, que pasaban los inviernos en Extremadura con sus rebaños, recordaban con nostalgia su Comarca. Tanto echaban de menos su tierra que sentados junto al fuego, por las noches quedaban ensimismados y su mente volaba a Babia. Así permanecían hasta que otro pastor les sacaba de sus sueños con la siguiente frase: " Despierta, que estás en Babia".

Romance del Pastor que estaba en Babia, ahí queda eso:

Cuando la noche se abaja
Toda en su manto guarnida
Ya se avivan en el chozo
Brasas de melancolía,
Ya está la majada quieta
Tan ordenada y cumplida
Y ya señorea la luna
Sobre la tierra enganida.
El pastor ovejerico
Es un puño en su pelliza.
Ladra el mastín en el cerro,
Runrunean las esquilas,
La noche, toda se encalma
Con las estrellas furtivas.
Ay, el mi pastor galano
que en vez de cantar suspira
Cómo le vienen y avanzan
Visiones de lejanía,
Recuerdos de tierra luenga,
Ecos de las tierra frías,
Y un dulce clamor que hiere,
En el alma estremecida.
Ya está en el chozo la Babia
Siempre llevada y traída
Tan lejana, tan lejana,
Y en el corazón metida.
El ovejerico sueña
De la su novia caricias
Y sueña de la su madre
Carantoñas y natillas,
Sueña también la su torre
Con las cigüeñas henchidas,
Y el repicar de campanas
En la fiesta de la ermita.
Ay, dehesas de Extremadura,
Rebaños de lana fina,
Mastines que están de guardia,
Buitres de sagaz pupila
Que siempre van al acecho
De la oveja mal herida,
Y órdenes del Rabadán
Dominando la vigilia
De la noche y la majada
Que en el cerro se cobija.
Todo se aduerme careado
En su paz y en su medida
Únicamente el pastor
No duerme , que suena, herida
La rosa de los recuerdos
De la su aldea querida.
Ay, pastor, que estas en Babia
Ay, noche que mal abrigas
Los decires sin palabras,
Las añoranzas no escritas,
Del pastor que está en su chozo,
Como un puño en su pelliza,
Siempre clavado en su Babia
Tan bien llevada y traída

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